Mi día de descanso

Ahora que llevo estudiando algún tiempo en la Universidad, llego a comprender que la vida de un estudiante es un trabajo como otro cualquiera. Aunque en los años mayores no tenemos que asistir obligatoriamente a todas las clases, trato de no faltar sin razón para no tener problemas durante la temporada de las pruebas y los exámenes. Por eso siempre espero con impaciencia la llegada de mi único día de descanso que es el domingo.

Algunos de mis amigos afirman que su día de descanso prácticamente no se diferencia del de trabajo, con la única excepción de que no tienen que asistir a las clases, estar presentes en la oficina, etcétera. Pero puedo decir que el mío se diferencia bastante.

Ante todo, cada domingo me permito el lujo de levantarme más tarde que de costumbre. Paso más tiempo en la cama gozando de la idea de que hoy no tengo que apresurarme a ninguna parte y de que hoy puedo hacer todo lo que quiera. Por eso, me levanto después de las diez y paso unos veinte minutos haciendo gimnasia. Luego voy a la cocina, allí me espera la mesa puesta y el desayuno preparado por mi mamá. A todos nos gustan estos desayunos comunes, cuando toda la familia se reúne a la mesa y nadie tiene prisa. Disfrutamos de la charla, haciendo planes para el día. Pero hay también cosas que me veo obligada a hacer. Terminado el desayuno, friego la vajilla y después ayudo a mi madre a hacer la limpieza del apartamento. Por desgracia, no tenemos tiempo para ello en el curso de la semana, entonces, dedicamos a este trabajo un par de horas el único día de descanso que tenemos. En cuanto a las labores domésticas, en nuestra familia cada uno sabe muy bien qué deberá hacer. Yo quito el polvo de los muebles y limpio el suelo en todos los cuartos con la aspiradora. Mi mamá recoge toda la ropa sucia y la pone en la máquina lavadora y, si hay algo para planchar, lo hace. Mi papá ayuda a mi mamá a lavar la ropa y a preparar la comida, o, si hace falta, repara alguno de los electrodomésticos que tenemos. Mi hermano menor no tiene obligaciones fijas, por eso, si ninguno necesita su ayuda, saca a pasear a nuestro perro, de lo que éste se alegra muchísimo.

Hecho todo, papá sale al parking donde está nuestro coche, lo saca de allí y vamos a algún hipermercado, allí hacemos compras de todo lo que necesitaremos durante la semana. Como debemos comprar muchas cosas, hacemos de antemano el listado de compras para no olvidar nada. Volvemos a casa a la hora de la comida, es decir, a las tres o a las cuatro de la tarde, comemos juntos y, si no tenemos planes comunes, cada uno de los familiares dispone de su tiempo libre. Yo ocupo el teléfono y me comunico con mis amigos. A veces contactamos también vía Internet, pero me gusta más oír la voz de mis interlocutores. Soy una chica bastante comunicativa y me da placer alternar con mis amigos. Para mí las palabras como “el amor” y “la amistad” son las que representan un papel muy importante en la vida. Hay casos cuando nuestra tertulia se reúne el domingo por la tarde en la casa de uno de mis amigos y pasamos allí varias horas juntos, conversando, escuchando música, bailando o celebrando alguna fiesta. Esto nos sale más barato que ir a alguna parte. Pero, cuando tenemos una ocasión solemne y dinero suficiente, vamos a algún café, jugamos a las máquinas recreativas, a una discoteca o, si hace buen tiempo, salimos al campo. Prefiero pasar mi día de descanso de manera activa y divertirme cada vez de modo diferente.

Regreso a casa cuando ya anochece. Si ceno junto con mi familia, nos intercambiamos de opiniones en breve. Luego me voy a mi cuarto y me acuesto pensando que el domingo como siempre ha sido magnífico, pero muy corto.