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Фитуни Царева.doc
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07.05.2019
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Texto. El trueque

Corre el año 1984. Pepsi-Cola no percibe dólares por el jarabe que vende a la Unión Soviética para que se fabrique allí su bebida. Ni siquiera rublos. Los soviéticos pagan a la multinacional estadounidense en vodka. No hay dinero por medio y además se asegura por ambas partes un control sobre estos productos.

Boeing ha vendido aviones a Túnez a cambio de aceite de oliva, que ha recolocado luego en el mercado. La multinacional Ford ha recibido pieles de cordero a cambio de sus automóviles. E incluso el modisto Pierre Cardin ha adquirido en la lejana China sedas orientales pagando con su asesoría y consejo.

Estos son algunos de los ejemplos más conocidos, y también más típicos, de un nuevo negocio tan viejo como el hombre: el negocio del trueque o de la compensación, que cada vez está adquiriendo una mayor importancia y peso específico en el comercio internacional.

Sin embargo, el verdadero despegue de esta fórmula renovada del comercio internacional se produce a partir de 1973. Desde ese momento, los países sin reservas de petróleo se ven obligados a destinar buena parte de sus presupuestos a pagar la factura del crudo, se agudiza para muchas naciones el problema del endeudamiento, Aparece así el dilema para muchos países, de la necesidad de seguir comprando productos y aumentar su deuda sin tener dinero para pagar. Poseen, en algunos casos, sin embargo, productos alimenticios o materias primas en abundancia. Con este decorado de fondo reaparece con fuerzas redobladas el negocio del trueque, de la permuta o del intercambio. Los países del Tercer Mundo se apuntan enseguida, forzados por sus propias necesidades, a esta “herramienta para emergencias”, como la califica un ejecutivo del sector.

Lo mismo hacen la mayoría de los países latinoamericanos y hasta las otrora ricas naciones de la OPEP, afectados por la caída de la demanda de los últimos años y por el desplome del precio del crudo. Nigeria, por ejemplo, ha utilizado en numerosas ocasiones barter y countertrade como fórmulas para dar salida a su petróleo y para saltarse los precios de referencia fijados por la propia OPEP. El mismo Irán ha podido incluso imponer sus propias condiciones, no realizando trueque si la operación no tiene un importe mínimo de 100 millones de dólares. O Indonesia, que lleva a cabo prácticamente el 100% de sus intercambios mediante el trueque.

Vemos en la escena económica internacional una nueva situación, en la que los países teóricamente más pobres comienzan a imponer sus condiciones a los más poderosos, bajo la amenaza del todo o nada. Muchas empresas y países acreedores se están viendo obligados a continuar vendiendo a sus propios deudores, que no tienen dinero en metálico para pagarles, aceptando a cambio prácticamente de todo: desde carbón a café, pasando por chocolate, azúcar o aceite. Productos que en muchos casos tienen difícil salida para quien los recibe, pero que son la única garantía de obtener algo a cambio y de seguir confiando en una futura devolución de las cantidades adeudadas.