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Vladimir Putin trata de maniobrar para asegurarse la victoria en primera vuelta

Nunca antes Vladímir Putin, ex jefe del Estado, primer ministro y candidato otra vez a presidente, había estado tan cuestionado y su gestión tan criticada como ahora. Internet se ha convertido en la principal plataforma de discusión de la campaña electoral de las presidenciales del próximo 4 de marzo.

Desde que Putin maneja las palancas del poder, tampoco había habido manifestaciones opositoras tan multitudinarias y tan frecuentes.

Tras la exclusión de la candidatura del economista liberal, Grigori Yavlinski, en liza quedan, además de Putin, otros cuatro candidatos: el comunista Guennadi Ziugánov, el centrista Serguéi Mirónov, el ultranacionalista Vladímir Yirinovski y el multimillonario Mijaíl Prójorov.

Pero en el meollo de la campaña electoral no emerge una lucha de ideas y programas. Putin se ha negado a participar en los debates; el discurso de Ziugánov y Yirinovski, que llevan en política más de 20 años, es de sobra conocido por el electorado; a Mirónov, hasta hace poco presidente del Senado, se le percibe como un oportunista que ha cambiado de chaqueta en cuanto le han despojado de sus privilegios, mientras que Prójorov, según los sondeos, apenas tiene posibilidades.

A juzgar por el contenido de los blogs y comentarios en las redes sociales, lo que preocupa a gran parte de la ciudadanía es si el jefe del Gobierno ruso logrará la victoria en primera vuelta o tendrá que ir a una segunda con Ziugánov como adversario más probable. Inquieta también que pueda repetirse una situación de manipulación electoral parecida a la de las legislativas de diciembre. De hecho se han denunciado ya preparativos de nuevas falsificaciones.

Sin embargo, la mayoría de los rusos, según una encuesta, dan por sentado que, con o sin pucherazo, Putin volverá al Kremlin. De ahí que los debates en Internet, así como las columnas de muchos expertos y las discusiones en algunos canales de televisión, giren fundamentalmente en torno a lo que les espera a los rusos con seis años más de Putin al frente del país. Y las conclusiones no parecen muy esperanzadoras.

El ex presidente soviético Mijaíl Gorbachov duda de que el todavía primer ministro sea capaz de «acometer las reformas estructurales que Rusia necesita para salir del callejón sin salida en el que se encuentra». El joven político Iliá Yáshin, uno de los líderes del movimiento Solidarnost (Solidaridad), cree que «Putin continuará concentrando poder, lo que conducirá a un nivel aún mayor de corrupción y de desigualdad social».

El liberal Alfred Koch, un antiguo miembro del Gobierno en la época de Borís Yeltsin, es mucho más pesimista y no excluye que Putin opte por endurecer todavía más el carácter represivo del régimen. El politólogo Dmitri Oreshkin, por su parte, advierte que el dirigente ruso «podría buscar apoyo en los sectores más recalcitrantes del espectro político y recurrir a la violencia como única forma de mantener el poder».

Un escenario así podría tener visos de materializarse si se vuelven a maquillar los resultados de las elecciones para evitarle a Putin los riesgos que implicaría una segunda vuelta. La mayoría de las encuestas sitúan al jefe del Gobierno ruso por debajo del 50%, cuando hace falta superarlo para salir elegido en primera vuelta. Por eso, ante una nueva situación de fraude, sería de esperar una intensificación de las movilizaciones por parte de la oposición.

Los temores a que Putin pueda responder con mano dura vienen corroborados por la agresiva retórica de sus seguidores, las amenazas esgrimidas y las acusaciones lanzadas contra la oposición. Por ejemplo, que son unos «traidores a sueldo de Washington» y que todo lo que pretenden es el «caos» para hacer más fácil «el reparto -entre los países de Occidente- de las riquezas naturales de Rusia». Se promueve hasta la saciedad la idea de que «no hay alternativa a Putin».

La cúpula rusa no ha dado un solo paso al encuentro de la oposición: no ha destituido al presidente de la Comisión Electoral, rechaza que en Rusia existan presos políticos y no piensa repetir los comicios de diciembre.

Eso sí, Putin promete que las presidenciales serán limpias, que si gana habrá reformas políticas y económicas, hará todo para mejorar el nivel de vida de la población y luchará contra la corrupción. Todo eso lo ha enunciado en varios artículos publicados en distintos periódicos y en sus abundantes apariciones públicas, que han gozado de una amplia cobertura en casi todos los canales de televisión, en claro detrimento del resto de los candidatos. El problema es que cada vez son menos los que se creen lo que Putin promete, tras 12 años en el poder con escasas ventajas para la mayoría de los rusos.

El primer ministro no oculta que le preocupa que pueda ponerse en cuestión la legitimidad del resultado de las elecciones del 4 de marzo. El ministro de Protección Civil, Serguéi Shoigú, muy próximo a Putin, piensa que «poner en duda la legitimidad de la elección del presidente amenaza con empujar a Rusia a una crisis constitucional de consecuencias políticas y económicas imprevisibles».