- •Ven a verme
- •Viejo Rathaus
- •Igor parecía avergonzado por esto.
- •Igor miró los dibujos otra vez.
- •Incluso el acobardado retador farfulló con los demás a coro:
- •Informalmente, la visita era también una manera delicada de asegurarse de que tomara su medicina y de que no estuviera notablemente loco.
- •Igor estaba esperando junto a la puerta de calle cuando el Dr. Hopkins llegó a ella. Le saludó con la cabeza.
- •Varios se secaron el sudor de sus ojos y trotaron hacia el podio, aliviados por escuchar cualquier tipo de orden, mientras que detrás de ellos los Aplazadores aullaban.
- •Veo las perillas de color que se mueven...
- •Igor tenía que admitirlo. Cuando se trataba de hacer cosas raras, los sensatos derrotaban a los locos.
- •Igor le miró furioso, pero tomó las botellas.
- •Igor se puso tenso. Nunca antes había escuchado ese tono en la voz de Jeremy. En la voz de un amo, era un mal tono.
- •Igor se cuadró rígidamente, tan derecho como podía lograr el promedio de los Igors, y casi cerró la puerta detrás de su señoría mientras salía aprisa del edificio bajando los escalones.
- •Igor realmente tenía las manos de su abuelo. Y ahora se estaban cerrando en puños, completamente por sí mismas.
- •Igor retorció la cara y golpeó su sien un par de veces con la palma de la mano.
- •Igor hizo una mueca. Con respecto a su equipaje, los contadores eran probablemente peores noticias que los abogados.
- •Igor hizo una mueca, pero había que pensar en el Código.
- •Vio que el Dr. Hopkins trataba de poner la taza en los labios de Jeremy. El muchacho se puso las manos sobre la cara y lanzó un codazo a la taza, derramando la medicina a través del piso.
- •Igor miró desde él hasta Lady LeJean y hacia él.
- •Volvió a mirar las botellas, y una idea espontánea surgió en su mente.
- •Varias docenas de Auditores los estaban desarmando en sus moléculas componentes.
- •Ignore este cartel.
- •Volvió sobre Susan una mirada como una lanza térmica.
- •Investigó el tazón de su pipa con un fósforo.
- •Voy a esperar aquí durante un rato.
- •Incluso con turrón, puedes tener un momento perfecto.
- •Notas al final
Igor retorció la cara y golpeó su sien un par de veces con la palma de la mano.
—Condissioness inesstabless con un bajo assercamiento dessde el borde —dijo—. No puedo prometer nada con el clima chapussero que ussted tiene aquí. Ja, allá en cassa loss relámpagoss vienen corriendo tan pronto ven que usted insstaló el palo de hierro. Entonssess, ¿qué quiere que haga ssobre loss abogadoss?
—Hágales pasar, por supuesto. No tenemos nada que esconder.
—¿Esstá sseguro, sseñor? —dijo Igor, cuya bolsa de alfombra no podía de hecho ser levantada con una mano.
—Por favor hágalo, Igor.
Jeremy se alisó el pelo mientras Igor, quejándose, desaparecía en la tienda y regresaba con los invitados.
—Lady LeJean, sseñor. Y algunass otrass... perssonass —dijo Igor.
—Es bueno verla, su señoría —dijo Jeremy, sonriendo fríamente. Recordó vagamente algo que había leído—. ¿Me presentará a sus amigos?
Lady LeJean le lanzó una mirada nerviosa. Oh, sí... los humanos siempre necesitan saber los nombres. Y estaba sonriendo otra vez. Era tan difícil pensar cuando lo hacía.
—Sr. Jeremy, éstos son mis... socios —dijo—. El Sr. Negro. El Sr. Verde. La Srta. Marrón. La Srta. Blanco. La Srta... Amarillo. Y el Sr. Azul.[18]
Jeremy extendió su mano.
—Me complace conocerles —dijo.
Seis pares de ojos miraron la mano sin entender.
—La costumbre aquí es estrechar manos —dijo su señoría.
Al unísono, los Auditores extendieron una mano y la movieron despacio en el aire.
—La mano de la otra persona20 —dijo su señoría. Sonrió a Jeremy con timidez—. Son extranjeros —dijo.
Y ella reconoció el pánico en sus ojos, incluso si ellos no lo sabían. Podemos contar el número y el tipo de átomos en esta habitación, estaban pensando. ¿Cómo puede haber algo aquí que no podamos comprender?
Jeremy logró agarrar una mano vacilante.
—¿Y usted es el Sr...?
El Auditor volvió sus ojos preocupados a Lady LeJean.
—El Sr. Negro —dijo ella.
—Tenía entendido que éramos el Sr. Negro —dijo otro Auditor con forma masculina.
—No, usted es el Sr. Verde.
—Sin embargo, preferiríamos ser el Sr. Negro. Somos los mayores, y el negro es una sombra más significativa. No deseamos ser el Sr. Verde.
—Creo que la traducción de sus nombres no es importante —dijo Lady LeJean. Lanzó otra sonrisa a Jeremy—. Son mis contadores —añadió, una indicación de su parte que sugería que esto podía disculpar la mayoría de las rarezas.
—¿Lo ve, Igor? —dijo Jeremy—. Son simplemente contadores.
Igor hizo una mueca. Con respecto a su equipaje, los contadores eran probablemente peores noticias que los abogados.
—Gris sería aceptable —dijo el Sr. Verde.
—Sin embargo, usted es el Sr. Verde. Somos el Sr. Negro. Es una cuestión de estatus.
—Si ése es la caso —dijo la Srta. Blanco—, el blanco tiene estatus más alto que el negro. El negro es la ausencia de color.
—El punto es válido —dijo el Sr. Negro—. Por lo tanto ahora somos el Sr. Blanco. Usted es la Srta. Rojo.
—Usted indicó previamente que era el Sr. Negro.
—La nueva información indica un cambio de posición. Esto no indica incorrección de la posición previa expresada.
Ya está ocurriendo, pensó Lady LeJean. Está en la oscuridad donde tus ojos no pueden ver. El universo se convierte en dos mitades, y vives en la mitad detrás de los ojos. En cuanto tienes un cuerpo, tienes un ‘yo’.
He visto galaxias morir. He observado átomos bailar. Pero hasta que tuve la oscuridad detrás de los ojos, no conocí la muerte del baile. Y estábamos equivocados. Cuando viertes agua en una jarra, ésta toma la forma de la jarra y nunca más es la misma agua. Hace una hora ellos nunca soñaron con tener nombres, y ahora están discutiendo sobre ellos...
¡Y no pueden escuchar lo que pienso!
Quería más tiempo. Los hábitos de diez mil millones de años no ceden completamente ante un bocado de pan, y podía ver que una forma de vida tan disparatada como la humanidad no debía existir. Sí, efectivamente. Indudablemente. Por supuesto.
Pero quería más tiempo.
Deberían ser investigados. Sí, estudiados.
Debería haber... informes. Sí. Informes. Informes completos. Largos, largos informes completos.
Precaución. Eso era. ¡Ésa era la palabra! Los Auditores adoraban esa palabra. Siempre postergaban para mañana algo que, mañana, podían posponer hasta, por decir, el año siguiente.
Hay que decir que Lady LeJean no era ella misma en este momento. No tenía un ella misma para serlo. Los otros seis Auditores... a su debido tiempo, sí, pensarían de la misma manera. Pero no había tiempo. Si sólo pudiera convencerlos de comer algo. Eso... sí, eso los llevaría a sus sentidos. Parecía no haber ninguna comida por aquí, sin embargo.
Podía ver un martillo muy grande sobre el banco.
—¿Cómo va ese progreso, Sr. Jeremy? —dijo, caminando hacia el reloj. Igor se movió muy rápido, y se quedó de pie casi protectoramente junto al pilar de vidrio.
Jeremy se adelantó presuroso.
—Hemos alineado todos los sistemas cuidadosamente...
—Otra vess —gruñó Igor.
—Sí, otra vez...
—Variass vessess, de hecho —agregó Igor.
—Y ahora simplemente aguardamos las condiciones climáticas correctas.
—¿Pero pensé que usted almacenaba el relámpago?
Su señoría señaló los cilindros de vidrio verdoso que burbujeaban y siseaban a lo largo de la pared del taller. Justo junto al banco con, sí, el martillo. ¡Y nadie podía leer sus ideas! ¡El poder!
—Fácilmente habrá lo suficientemente para mantener en funcionamiento el mecanismo, pero para poner en marcha el reloj se necesita lo que Igor llama un salto —dijo Jeremy.
Igor levantó dos broches cocodrilo del tamaño de su cabeza.
—Ess correcto —dijo—. Pero apenass sse conssigue el tipo adecuado de relámpago aquí abajo. Deberíamoss haber consstruido essto en Uberwald, ssigo dissiendo.
—¿Cuál es la naturaleza de esta demora? —dijo, posiblemente, el Sr. Blanco.
—Necesitamos una tormenta eléctrica, señor. Para el relámpago —dijo Jeremy. Lady LeJean retrocedió, un poco más cerca del banco.
—¿Bien? Disponga una —dijo el Sr. Blanco.
—Ja, bien, ssi esstuviéramoss en Uberwald, por ssupuessto...
—Es sólo una cuestión de presiones y potenciales —dijo el Sr. Blanco—. ¿No puede simplemente crear una?
Igor le lanzó una mirada de incredulidad mezclada con respeto.
—Ussted no ess de Uberwald, ¿verdad? —dijo. Entonces jadeó, y se golpeó el costado de la cabeza.
—Hey, ssentí esso —dijo—. ¡Whoopss! ¿Cómo lo hisso? ¡Pressión cayendo como una piedra!
Unas chispas destellaron a lo largo de sus negras uñas. Sonrió radiante.
—Iré a levantar el pararrayoss —dijo, acercándose deprisa a un sistema de poleas sobre la pared.
Lady LeJean se volvió hacia los otros. Esta vez deseó que pudieran leer sus pensamientos. No sabía suficientes palabrotas humanas pronunciables.
—¡Eso está en contra de las reglas! —siseó.
—Simple conveniencia —dijo el Sr. Blanco—. Si usted no hubiera sido... negligente, ¡esto estaría concluido ya!
—¡Aconsejé estudio adicional!
—¡Innecesario!
—¿Hay algún problema? —dijo Jeremy, con la voz insegura que usaba para las conversaciones que no involucraban relojes.
—¡El reloj no debería ser puesto en marcha aún! —dijo Lady LeJean, sin quitar los ojos de los otros Auditores.
—Pero usted me pidió... Hemos estado... ¡Todo está instalado!
—¡Puede haber... problemas! ¡Creo que debemos ver otra semana de pruebas!
Pero ella sabía que no había problemas. Jeremy había construido la cosa como si antes hubiera hecho una docena de ellas. Era todo lo que Lady LeJean podía hacer para extender las cosas tanto tiempo, especialmente con Igor observándola como un halcón.
—¿Cuál es su ‘nombre’, persona joven? —dijo el Sr. Blanco a Jeremy.
El relojero retrocedió.
—Jeremy —dijo—, y yo... no comprendo, Sr., er, Blanco. Un reloj dice la hora. Un reloj no es peligroso. ¿Cómo puede un reloj ser un problema? ¡Es un reloj perfecto!
—¡Entonces, échelo a andar!
—Pero su señoría...
La aldaba de la puerta retumbó.
—¿Igor? —dijo Jeremy.
—¿Ssí, sseñor? —dijo Igor, desde el pasillo.
—¿Cómo llegó allí la persona criado? —dijo el Sr. Blanco, todavía mirando a su señoría.
—Es una, una, una especie de truco que ellos, ellos tienen —dijo Jeremy—. Estoy, estoy seguro de que solamente...
—Ess el Dr. Hopkinss, sseñor —dijo Igor, entrando desde el salón—. Le dije que ussted esstaba ocupado, pero...
... pero el Dr. Hopkins, aunque era aparentemente tan afable como la leche, era también un funcionario del Gremio y había sobrevivido como tal durante varios años. Escurrirse por debajo del brazo de Igor no fue problema en absoluto para un hombre que podía manejar una reunión de relojeros, dos de los cuales no funcionaban exactamente al mismo tiempo que el resto de la humanidad.
—Sólo sucede que tengo negocios por este sector —empezó, sonriendo alegremente—, y no fue ningún problema pasar por la farmacia para recoger... Oh, ¿tiene compañía?