- •Ven a verme
- •Viejo Rathaus
- •Igor parecía avergonzado por esto.
- •Igor miró los dibujos otra vez.
- •Incluso el acobardado retador farfulló con los demás a coro:
- •Informalmente, la visita era también una manera delicada de asegurarse de que tomara su medicina y de que no estuviera notablemente loco.
- •Igor estaba esperando junto a la puerta de calle cuando el Dr. Hopkins llegó a ella. Le saludó con la cabeza.
- •Varios se secaron el sudor de sus ojos y trotaron hacia el podio, aliviados por escuchar cualquier tipo de orden, mientras que detrás de ellos los Aplazadores aullaban.
- •Veo las perillas de color que se mueven...
- •Igor tenía que admitirlo. Cuando se trataba de hacer cosas raras, los sensatos derrotaban a los locos.
- •Igor le miró furioso, pero tomó las botellas.
- •Igor se puso tenso. Nunca antes había escuchado ese tono en la voz de Jeremy. En la voz de un amo, era un mal tono.
- •Igor se cuadró rígidamente, tan derecho como podía lograr el promedio de los Igors, y casi cerró la puerta detrás de su señoría mientras salía aprisa del edificio bajando los escalones.
- •Igor realmente tenía las manos de su abuelo. Y ahora se estaban cerrando en puños, completamente por sí mismas.
- •Igor retorció la cara y golpeó su sien un par de veces con la palma de la mano.
- •Igor hizo una mueca. Con respecto a su equipaje, los contadores eran probablemente peores noticias que los abogados.
- •Igor hizo una mueca, pero había que pensar en el Código.
- •Vio que el Dr. Hopkins trataba de poner la taza en los labios de Jeremy. El muchacho se puso las manos sobre la cara y lanzó un codazo a la taza, derramando la medicina a través del piso.
- •Igor miró desde él hasta Lady LeJean y hacia él.
- •Volvió a mirar las botellas, y una idea espontánea surgió en su mente.
- •Varias docenas de Auditores los estaban desarmando en sus moléculas componentes.
- •Ignore este cartel.
- •Volvió sobre Susan una mirada como una lanza térmica.
- •Investigó el tazón de su pipa con un fósforo.
- •Voy a esperar aquí durante un rato.
- •Incluso con turrón, puedes tener un momento perfecto.
- •Notas al final
Volvió sobre Susan una mirada como una lanza térmica.
—Usted estará pensando, ésta es una vieja matrona chismosa —dijo—. Usted estará pensando, ¿qué sabe ella?
Susan le pagó con la cortesía de no mentirle.
—Parte de mí lo pensó —admitió.
—¡Buena respuesta! Parte de nosotros piensa toda clase de cosas —dijo la Sra. Ogg—. Parte de mí está pensando, ¿quién es esta pequeña señorita arrogante que me habla como si yo fuera un niño de cinco años? Pero la mayor parte de mí está pensando, tiene una pila de problemas propios y ha visto montones de cosas que un ser humano no debería haber visto. La verdad es que parte de mí dice que tampoco yo. Ver cosas que los humanos no deberían haber visto nos hace humanos. Bien, señorita... si usted tiene alguna sensatez, parte de usted está pensando, hay una bruja enfrente de mí que ha visto a mi abuelo muchas veces, cuando se ha sentado al lado de un lecho de enfermo que se ha convertido de repente en un lecho de muerte, y si está lista para escupirle un ojo cuando llega el momento entonces es probable que podría molestarme considerablemente ahora mismo si se lo propone. ¿Comprende? Guardemos todas nuestras partes para nosotras mismas —y repentinamente hizo a Susan un guiño—, como dijo el Sumo Sacerdote a la actriz.
—Estoy absolutamente de acuerdo —dijo Susan—. Completamente.
—Correcto —dijo la Sra. Ogg—. De modo que... gemelos... bien, era su primera vez, y la humana no era exactamente una forma familiar con ella, quiero decir, usted no puede hacer lo que viene naturalmente cuando usted no es exactamente natural y... gemelos no es totalmente la palabra correcta...
—Un hermano —dijo Lobsang—. ¿El relojero?
—Sí —dijo Susan.
—¡Pero fui un niño abandonado!
—También él.
—¡Quiero verlo ahora!
—Podría no ser buena idea —dijo Susan.
—No estoy interesado en su opinión, gracias. —Lobsang se volvió hacia Lady LeJean—. ¿Al final de ese pasaje?
—Sí. Pero está dormido. Creo que el reloj perturbó su mente, y también fue golpeado en la pelea. Dice cosas en sueños.
—¿Qué dice?
—Lo último que le escuché decir antes de venir a encontrarles fue, ‘Estamos tan cerca. Cualquier pasaje podría servir’ —dijo su señoría. Miró de uno al otro—. ¿He dicho algo equivocado?
Susan se puso la mano sobre los ojos. Oh cielos...
—Yo dije eso —dijo Lobsang—. Justo después de subir la escalera. —Miró a Susan—. Gemelos, ¿correcto? ¡He escuchado sobre este tipo de cosas! ¿Lo que uno piensa también lo piensa el otro?
Susan suspiró. A veces, pensó, soy realmente una cobarde.
—Algo así, sí —dijo.
—¡Voy a verlo, entonces, incluso si él no puede verme!
Maldición, pensó Susan, y corrió detrás de Lobsang mientras se dirigía a lo largo del pasaje. El Auditor se rezagó detrás de ellos, preocupado.
Jeremy estaba acostado en una cama, aunque no era más suave que cualquier otra cosa en el mundo atemporal. Lobsang se detuvo, y lo miró.
—Se ve... parecido a mí —dijo.
—Oh, sí —dijo Susan.
—Más delgado, quizás.
—Podría ser, sí.
—Diferentes... líneas sobre la cara.
—Ustedes han llevado vidas diferentes —dijo Susan.
—¿Cómo sabía de él y de mí?
—Mi abuelo tiene cierto, er, interés en este tipo de cosas. Averigüé algo más por mí misma, también —dijo.
—¿Por qué debemos interesarle a alguien? No somos especiales.
—Esto va a ser bastante difícil de explicar. —Susan se volvió a mirar a Lady LeJean—. ¿Qué tan seguros estamos aquí?
—Los carteles los perturban —dijo su señoría—. Tienden a mantenerse lejos. Yo... digamos que... me encargué de los que los siguieron.
—Entonces es mejor que usted se siente, Sr. Lobsang —dijo Susan—. Podría ayudar si le contara sobre mí.
—¿Bien?
—Mi abuelo es Muerte.
—Decir eso es algo extraño. Muerte es sólo el final de la vida. No es una... una persona...
—PRESTE ATENCIÓN CUANDO LE ESTOY HABLANDO...
Un viento azotó alrededor de la habitación, y la luz cambió. Unas sombras se formaron sobre la cara de Susan. Una pálida luz azul la perfiló.
Lobsang tragó.
La luz se apagó. Las sombras desaparecieron.
—Hay un proceso llamado muerte, y hay una persona llamada Muerte —dijo Susan—. Así es como funciona. Y soy la nieta de Muerte. ¿Voy demasiado rápido para usted?
—Er, no, aunque justo hasta ahora usted parecía humana —dijo Lobsang.
—Mis padres eran humanos. Hay más de un tipo de genética. —Susan hizo una pausa—. Usted también parece humano. Humano es un aspecto muy popular por estos lares. Se asombraría.
—Excepto que soy humano.
Susan mostró una sonrisa tan leve que sobre alguien con menos autocontrol de sí mismo podía haber parecido ligeramente nerviosa.
—Sí —dijo—. Y por otra parte, no.
—¿No?
—Tome a Guerra, por ejemplo —dijo Susan, alejándose del punto—. Hombre grande, risa campechana, tiende a tirarse pedos después de las comidas. Tan humano como cualquier hijo de vecino, diría usted. Pero el hijo del vecino es Muerte. También tiene forma humana. Y es porque los humanos inventaron la idea de... de... de las ideas, y piensan en formas humanas...
—Regrese a ‘y por otra parte, no’, ¿quiere?
—Su madre es Tiempo.
—¡Nadie sabe quién es mi madre!
—Podría llevarlo con la matrona —dijo Susan—. Su padre descubrió la mejor que alguna vez había existido. Ella lo trajo al mundo. Su madre era Tiempo.
Lobsang se sentó con la boca abierta.
—Fue más fácil para mí —dijo Susan—. Cuando era muy pequeña mis padres solían llevarme a visitar a mi abuelo. Pensaba que todos los abuelos tenían una larga túnica negra y montaban un caballo pálido. Y entonces decidieron que tal vez no era el ambiente correcto para una niña. ¡Estaban preocupados por cómo iba a crecer! —Se rió amargamente—. Tuve una educación muy extraña, ¿sabe? Matemática, lógica, ese tipo de cosas. Y entonces, cuando era un poco más joven que usted, una rata apareció en mi habitación y de repente todo lo que creía saber estaba equivocado.
—¡Soy un humano! ¡Hago cosas humanas! Lo sabría si...
—Usted tenía que vivir en el mundo. De otra manera, ¿cómo podía aprender a ser humano? —dijo Susan, tan gentilmente como pudo.
—¿Y mi hermano? ¿Y que hay de él?
Aquí viene, pensó Susan.
—No es su hermano —dijo—. Mentí un poco. Lo siento.
—Pero usted dijo...
—Tuve que llevarle a creerlo —dijo Susan—. Es una de esas cosas que usted tiene que comprender un poco a la vez, me temo. Él no es su hermano. Es usted.
—¿Entonces quién soy yo?
Susan suspiró.
—Usted. Ambos... son usted.
—Y allí estaba yo, y allí estaba ella —dijo la Sra. Ogg—, y el bebé vino, eso no es problema, pero siempre es un momento de prueba para la nueva mamá, y había... —Hizo una pausa, con los ojos mirando con atención a través de las ventanas de la memoria—, como... como una sensación de que el mundo había tartamudeado, y yo estaba sosteniendo al bebé y bajé la mirada y allí estaba yo recibiendo un bebé, y yo me miré, y yo me miré, y recuerdo haber dicho, ‘Éste es un buen jaleo, Sra. Ogg’, y ella, que era yo, dijo, ‘Nunca dijo nada más cierto, Sra. Ogg’, y luego todo se puso extraño y allí estaba yo, sólo una de mí, sosteniendo dos bebés.
—Gemelos —dijo Susan.
—Usted podría llamarlos gemelos, sí, supongo que sí —dijo la Sra. Ogg—. Pero siempre pensé que los gemelos eran dos pequeñas almas nacidas de una vez, no una nacida dos veces.
Susan esperó. La Sra. Ogg parecía de humor para hablar.
—Así que le dije al hombre, le dije, ‘¿Ahora qué?’, y él dijo, ‘¿Es eso asunto suyo?’, y le dije que podía estar muy seguro de que era asunto mío y que podía mirarme a los ojos y que hablaría claro y sin mentiras a cualquiera. Pero estaba pensando, ‘Estás en un aprieto ahora, Sra. Ogg, porque todo se ha puesto mífico’.
—¿Mífico? —dijo la maestra Susan.
—Síp. Con mito adicional. Y se puede meter en grandes problemas, con lo mítico. Pero el hombre sólo sonrió y dijo que debía ser criado como humano hasta que tuviera la edad, y pensé, sí, que iba muy bien lo mítico. Podía ver que no tenía ni idea sobre qué hacer después y que todo me tocaría a mí.
La Sra. Ogg chupó su pipa y sus ojos brillaron hacia Susan a través del humo.
—No sé cuánta experiencia tiene con este tipo de cosas, mi muchacha, pero a veces cuando los altos y poderosos hacen grandes planes no siempre piensan en los detalles sutiles, ¿correcto?
Sí. Yo soy un detalle sutil, pensó Susan. Un día a Muerte se le metió en la calavera adoptar a una niña huérfana, y yo soy un detalle sutil. Asintió.
—Pensé, ‘¿Cómo sigue esto, de una manera mítica?’ —continuó la Sra. Ogg—. Quiero decir, técnicamente pude ver que estábamos en esa área donde el príncipe crece como un porquerizo hasta que se manifiesta su destino, pero no hay tantos trabajos de porquerizo por ahí en estos días, y pinchar cerdos con un palo no es para matarse de risa, créame. Así que dije, ‘Bien, escuché que los Gremios en las grandes ciudades alojaban niños abandonados por caridad, y los cuidaban bastante bien, y hay muchos hombres y mujeres bien instalados que empezaron la vida así. No hay vergüenza en ello, además, si el destino no se manifestaba según el programa, habría puesto sus manos en un buen oficio, lo que sería un consuelo. Mientras que un porquerizo sólo sería porquerizo’. Usted me está mirando muy severa, señorita.
—Bien, sí. Fue una decisión bastante fría, ¿verdad?
—Alguien tiene que tomarla —dijo la Sra. Ogg bruscamente—. Además, he estado por aquí durante algún tiempo y he notado que si ellos tienen que brillar, brillarán a través de seis capas de mugre, mientras que los que no son brillantes no brillarán sin importar lo mucho que los pula. Usted puede pensar de otra manera, pero yo estaba parada allí.